Todos hemos escuchado o leído en las redes sociales la necesidad de “salir de la zona de confort” como una acción fundamental para el cambio hacia una mejora personal o profesional. Pero parece contradictorio que justamente para mejorar, sea necesario dar ese paso cuando la humanidad ha luchado y ha destinado enormes esfuerzos para incrementar su confort.
¿Qué significa entonces salir de la zona de confort?
Quizás en lugar de zona de confort sería mejor decir salir de la zona conocida, aquello que ya sé cómo es, que incluye los momentos de alegría, de felicidad, de satisfacción, así como también aquello que nos hace enfadar, que nos atrapa y hace que permanezcamos disgustados y tristes durante horas o días enteros.
La zona de confort son las vivencias tanto positivas como negativas, incluidas la tristeza, la inseguridad, la indefensión, el miedo, la vergüenza, etc., que al ser conocidas por uno mismo forman parte de nuestra identidad y por ello nos sentimos reconocidos.
Salir de la zona de confort significa atreverse a explorar situaciones no conocidas, atreverse a no tener ningún referente donde agarrarse, y de esta manera uno puede construir una nueva forma de percibir la realidad desde un enfoque positivo, porque la manera de entender una determinada situación no es igual para todos, no es universal, por tanto, si otros opinan distinto, uno también puede verlo diferente.
Solo se logrará si se observa desde el vacío, desde una posición no condicionada por las experiencias aprendidas.
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